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Mostrando entradas de enero, 2011

Por el resurgimiento de las Humanidades

El último fin de semana del primer mes del año estuve en la librería Nacional, ubicada en el Centro Comercial Buenavista, leyendo las primeras páginas de algunos libros de historia para ver cuál de todos me atrapaba. Pero resulta que terminé llevándome la edición número 115 de la revista literaria “El Malpensante”, porque aparece allí un artículo bastante bueno sobre la decadencia paulatina que ha sufrido el estudio de las Humanidades en las universidades de Estados Unidos. Este artículo fue escrito por el profesor asociado de inglés de la Universidad Estatal de Ohio, Frank Donoghue. El autor nos revela su preocupación por la forma como han ido desapareciendo de los pénsumes académicos norteamericanos las asignaturas concernientes a las Ciencias Humanas, tales como, historia, filosofía, lenguas, etc. Tienen más apoyo presupuestal aquellas que pertenecen al sector administrativo y de negocios. Esto me hizo recordar la conversación que tuve hace tiempo con un profesor de Humanidades

PRECEDENTE PARA NO OLVIDAR

Aunque Álvaro Uribe Vélez perteneció a las toldas del Partido Liberal Colombiano, la mentalidad política de este señor está influenciada por tendencias maquiavélico-derechistas. Para muchos es sabido que Uribe Vélez no alcanzó la Primera Magistratura en el 2002, solamente con el apoyo de una coalición partidista. Tenía el respaldo, en ese entonces, de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC). La ambición de poder del expresidente Uribe, que afortunadamente la Corte Constitucional frenó a tiempo, estaba enfocada no tanto en el interés general del país sino más bien en algo personal: vengar el asesinato de su padre en 1983 (intentaron secuestrarlo), cometido por el Quinto Frente de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Recordemos que el padre del expresidente era Alberto Uribe Sierra. En el libro “Los Jinetes de la Cocaína” es mencionado su nexo con el Clan de los Ochoa por el periodista de investigación Fabio Castillo (perseguido por el narcoterrorismo y despedido d

Por la laicización de Colombia

La decisión que tomó la Corte Constitucional de despenalizar el aborto en casos excepcionales (eliminó la pena de uno a tres años de cárcel), ha sacado ampollas en el campo religioso de Colombia. El alto tribunal esgrime tres razones para ello: cuando la mujer haya sido objeto de violación, cuando haya una malformación grave en el feto o cuando el embarazo revista riesgo para la madre. El mayor disgusto sobre este fallo proviene del procurador General de la Nación, Alejandro Ordóñez Maldonado y, por supuesto, de la antiquísima Iglesia de los papas. Es sabido que el representante del Ministerio Público tiene una concepción ultraconservadora del mundo. Esto le crea una disyuntiva para tomar decisiones que deben ser en stricto sensu jurídico. El Procurador no debería acudir a los principios que se enmarcan en la fe católica. Mejor dicho, no es consecuente tener en una mano la Biblia y en la otra la Carta Magna. Uno de los grandes columnistas del diario El Espectador, Mauricio García

LA MODERNIDAD EN COLOMBIA: ¿UN PROCESO INCONCUSO?

Hablar de Modernidad en Colombia nos obliga pensar el país desde sus cimientos coloniales. Es menester observar detenidamente este aspecto, porque de allí proviene todo el arraigo cultural, político, económico y social, que estructurará la mentalidad de las sociedades latinoamericanas involucradas en ese proceso complejo. Colombia en el siglo dieciséis, a la sazón Nuevo Reino de Granada (1550-1718), se asomó al mundo occidental, pero teniendo la metrópoli peninsular una fuerte tradición religiosa, trajo consigo factores desfavorables que hicieron que este territorio no se alineara rápidamente a lo que estaba sucediendo en los países con un proceso de Modernidad y modernización más avanzado que el de España. Máxime porque la monarquía española seguía cabalgando sobre el viejo modelo medieval, que se traduce en un proceso modernizador desigual al resto de Europa. Y lo que sucede a la metrópoli tiene sus repercusiones en las colonias, por supuesto. De esta situación se percató la élite

CLÁSICO DE LA CINEMATOGRAFÍA

En los primeros días de enero he visto un filme del director de cine austriaco, Otto Ludwig Preminger, que incentiva a la reflexión sobre la forma como se resuelven la mayoría de los casos judiciales en el mundo. El film fue estrenado en Estados Unidos en el año de 1959 con el título de “Anatomía de un asesinato”. Este Drama judicial del séptimo arte logra atrapar a los amantes del buen cine, como en un acto de cinefilia compulsiva, por aproximadamente dos horas y media. Preminger ha puesto en escena un reparto de actores conocidos, entre ellos, el estadounidense James Stewart (cincuentón a la sazón), ganador de un Oscar de la Academia en 1940. Mi abuelo, cuando me sorprendió viendo la película, me dijo que Stewart era uno de sus actores preferidos, sobre todo cuando aparecía en los filmes del maestro del cine, Alfred Hitchcock. Stewart, en esta ocasión, interpreta al abogado defensor (Paul Biegler) de un Teniente que asesinó al violador de su esposa. Vale aclarar que Preminger n