LA MODERNIDAD EN COLOMBIA: ¿UN PROCESO INCONCUSO?

Hablar de Modernidad en Colombia nos obliga pensar el país desde sus cimientos coloniales. Es menester observar detenidamente este aspecto, porque de allí proviene todo el arraigo cultural, político, económico y social, que estructurará la mentalidad de las sociedades latinoamericanas involucradas en ese proceso complejo. Colombia en el siglo dieciséis, a la sazón Nuevo Reino de Granada (1550-1718), se asomó al mundo occidental, pero teniendo la metrópoli peninsular una fuerte tradición religiosa, trajo consigo factores desfavorables que hicieron que este territorio no se alineara rápidamente a lo que estaba sucediendo en los países con un proceso de Modernidad y modernización más avanzado que el de España. Máxime porque la monarquía española seguía cabalgando sobre el viejo modelo medieval, que se traduce en un proceso modernizador desigual al resto de Europa. Y lo que sucede a la metrópoli tiene sus repercusiones en las colonias, por supuesto.

De esta situación se percató la élite criolla del Virreinato del Nuevo Reino de Granada (1718-1819) a finales del siglo dieciocho y principios del decimonono, tomando como paradigma las revoluciones del Atlántico Norte en Estados Unidos y Francia, para transformar ese estado de cosas, e ir entrando en una Modernidad con modernización paulatina. Es decir, nos acercamos a la tendencia progresista europea, de la cual España se mantenía alejada.

Aunque se hayan creado varias constituciones en la mal llamada Patria Boba (algunos historiadores prefieren denominarla Primera República (1810-1816)) para plasmar parte importante del pensamiento democrático, todavía vemos que en la mayoría de ellas, hay una fuerte influencia eclesiástica y monárquica, que debilita la estructura constitucional. Es en la creación de la Gran Colombia (1819-1830), por el Congreso de Angostura (hoy Ciudad Bolívar), donde comienza a dársele forma al cuerpo liberal y democrático, de manera gradual, a través de la Carta Magna de 1821, en el Congreso de Cúcuta. Para la muestra dos botones: la ley que suprimió la Inquisición en Colombia, y cerró los conventos religiosos, cuyos locales fueron dispuestos para escuelas y colegios públicos; ley de manumisión por la cual se concedía la libertad de los esclavos, a partir de los dieciocho años de edad.

En la República Neogranadina (1832-1858), se experimenta un proceso de modernización reflejado en unas políticas sociales que van de la mano con el pensamiento del hombre moderno europeo: abolición de la esclavitud, creación de los dos partidos tradicionales, separación entre Estado e Iglesia, se establece el voto popular directo para elegir magistrados, congresistas, gobernadores, etc. Sin embargo, fue en ese período cuando se expulsó a los jesuitas de territorio neogranadino, en un clarísimo error por todo lo que representaba y representa aún, en el ámbito educativo, la Compañía de Jesús (anteriormente, los jesuitas habían sido expulsados de Portugal, Francia y España). Como no había un sustento jurídico para la expulsión, el gobierno declaró que la sanción pragmática de 1767 decretada por Carlos tercero de Borbón, estaba todavía vigente. El intelectual y político colombiano, José María Samper, había dicho que la Compañía de Jesús era “azote de la humanidad entera, un murciélago criado en las tinieblas en los calabozos del crimen, pronto a chupar la sangre del hombre inadvertido”. No sobra decir, que en el transcurso de ese período, se dio la primera guerra civil colombiana: la Guerra de los Supremos (1839-1842).

El siglo diecinueve es uno de los peores momentos en la historia política de Colombia por la cantidad de guerras civiles que se produjeron, cuyos enfrentamientos se dieron entre centralistas (bolivarianos) y federalistas (santanderistas), en la primera mitad del siglo de marras. Esa disputa la continuaron los dos partidos tradicionales que se denominaron Conservador y Liberal respectivamente, donde la Iglesia Católica participaba del lado de las huestes conservadoras. Desde que empezaron estos conflictos, la sociedad colombiana se acostumbró a vivir en una ola de violencia política e ideológica, que perduró muchos años. Este ha sido el denominador común de la sociedad política colombiana; hay prioridad por la defensa de los propios intereses partidistas, intereses que se defienden a sangre y fuego. La avidez de poder los condujo a un conflicto fratricida.

Un hecho evidente de Modernidad parcial en nuestro país, fue la época llamada de la Regeneración de Núñez, en el cual se cambia la administración política del país (Constitución del 86); Colombia se establece como nación; se crean instituciones, empresas, pero se gobernó autoritariamente, es decir, se piensa en forma premoderna. Es también en la Regeneración cuando el estado une lazos más fuertes con la Iglesia (Concordato), se le da poder a la confesión católica de administrar bienes, de expandir el credo católico por todos los rincones del país, creando con esto intolerancia hacia un pensamiento laico; el manejo de la educación para colocar sus fichas en el espacio político (cuadros conservadores), y poder sostenerse como confesión preferida por el imaginario colectivo. Es decir, poniendo en práctica la expresión que dice: “El control del control es el verdadero control”. Aquí es cuando empieza firmemente la conservatización del país.

Religiosidad, tiranía, oscurantismo, orden, seguridad, feudalismo (la mayor parte de la posesión de las tierras en manos de pocos, entre esos, la Iglesia de los papas), son conceptos que identifican al Partido Conservador Colombiano. Salvo algunas excepciones, es un claro ejemplo de lo enquistado que quedó en las huestes del conservadurismo, el sistema monárquico del imperio español.

El Partido Liberal, por el contrario, ha propuesto unos planes de crecimiento y desarrollo, que se evidencian con el avance en la movilización social, la participación democrática y política, la laicización de la nación. Pero aquellos que tienen intereses particulares (terratenientes, gamonales, congresistas, etc.), han puesto palos en la rueda que se dirige por el sendero del progresismo generalizado.

Las condiciones que se requieren para un proceso ejemplarizante de Modernidad con modernización se dieron en un espacio de contrariedades malsanas y odios exacerbados que no contribuyeron a un mejor desarrollo de las instituciones del Estado, que a fin de cuentas, es el encargado de que los atributos que debe tener toda sociedad para considerarse moderna, se consoliden en un porcentaje considerable, como lo describe el historiador Marco Palacios en una ponencia intitulada: “MODERNIDAD, MODERNIZACIONES y CIENCIAS SOCIALES”. (Revista Análisis Político N° 23 Septiembre/Diciembre 1994 IEPRI Universidad Nacional).

En el siglo veinte, a partir del año 1958, se hace una coalición entre los partidos tradicionales para alternarse el poder, llamado el Frente Nacional. Esto se dio para solucionar la situación de marcada violencia en que habían caído los dos partidos, y reorganizar al país después de la dictadura de Gustavo Rojas Pinilla. En este aspecto coinciden dos historiadores colombianos (Marco Palacios y Jorge Orlando Melo), al decir que el establecimiento de esa medida frentenacionalista excluyó de la participación política a otros actores políticos. Además, no se hizo una buena distribución del ingreso a pesar de que en esos momentos el país crecía favorablemente, a tasas altas, en el aspecto económico. Toda esta situación conllevó a que se formaran grupos de lucha armada, al no tener espacio político para poder plantear sus ideas a la sociedad, como en todo estado de derecho, que permite la alternancia en las instituciones del aparato estatal.

Hay un dato interesante que nos da Marco Palacios, referente al desdén con que se han manejado las Ciencias Sociales en nuestro país. Esto da pie para inferir que la debilidad de este frente importante en una sociedad, provocaría un desconocimiento en las masas de su propio espacio de convivencia, por no hacer reflexiones en torno a lo ocurrido a sus antepasados.

Según Marco Palacios, esta situación se presenta cuando la economía adquiere mayor relevancia, porque se cree que solamente a través de este sector, se logrará el crecimiento y desarrollo de una sociedad, haciendo a un lado los aspectos humano/culturales. Partiendo de ese hecho, el historiador colombiano nos habla de un estancamiento de las Ciencias Sociales. Insiste en que se debe menos a la debilidad de comunidades epistémicas y más a la preferencia que hace el Estado de desarrollar la economía en Colombia.

Tratar de hilvanar alguna idea sobre Criminología en Colombia es todo un reto, por la insipiencia de nuestro medio científico, la carencia de medios de investigación que no nos permite una solución más efectiva del crimen. El Sistema de Justicia es poco eficiente y deteriorado, en el evento de judicializar a los que infringen la ley; la ausencia de un aparato judicial con poder de disuasión para enfrentarse a la delincuencia. Marco palacios se basa, para decir esto, en la cantidad de homicidios que se cometieron entre 1960 y 1993. De hecho, Colombia era el país mas violento del mundo a principios de los años noventa. La mayoría de los casos quedaron impunes.

En ese orden de ideas, estaríamos ante la presencia de un Estado deforme, incapaz de manejar los hilos gubernamentales, para enfrentar el terrorismo que se empezaba a consolidar a principio de los años ochenta.

En su ensayo, “ALGUNAS CONSIDERACIONES GLOBALES SOBRE "MODERNIDAD" Y "MODERNIZACIÓN" EN EL CASO COLOMBIANO” (Revista Análisis Político N° 10 Mayo/Agosto 1990 IEPRI Universidad Nacional), Jorge Orlando Melo nos dice que el proceso de modernización en Colombia contiene características contradictorias, porque se alcanzan ciertos niveles que nos permite hablar de un Estado moderno, pero que todavía hay ciertas prácticas tradicionales. Es lo que se llama modernización tradicionalista.

En 1957, Colombia aún no tenía un sistema masivo de educación primaria y secundaria. Todo esto a pesar de que el Frente Nacional impulsó una expansión de la educación. En la actualidad hemos alcanzado un nivel de cobertura aceptable, pero la calidad de la educación se encuentra dentro de las de rendimiento inferior. Esto quedo evidenciado en el Informe del Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes PISA (por sus siglas en inglés), realizada en 2009, que evaluó a jóvenes de 15 años de edad en 42 países del mundo. Nuestros representantes ocuparon los últimos lugares de la prueba de competencias en Lectura, Matemáticas y Ciencias.

A raíz de todo lo que se ha comentado anteriormente se puede afirmar que Colombia es un Estado moderno-tradicional, con tendencia hacia un pensamiento premoderno en los centros de poder. Además, los atributos que se requieren para emprender procesos modernizadores se pusieron en marcha tardíamente, por ejemplo, la señal de televisión que llegó al país en la segunda mitad del siglo veinte. La población colombiana era de tradición radial. A través de la radio se enteraba de lo que pasaba en Colombia y el mundo.

El gobierno del expresidente Álvaro Uribe Vélez es un ejemplo palmario de un estado envuelto en un proceso de Modernidad inconcluso, y con un claro accionar autoritario y de preferencia hacia los sectores más pudientes del país, otorgándoles privilegios tributarios que no crearon ningún impacto social positivo en la nación. La alternancia del poder se vio amenazada, por cuenta de alguien que cree que la Administración Pública la maneja una sola persona, per saecula saeculorum.

El caso más reciente de un Estado débil, todavía con fuertes indicios de premodernidad, lo percibimos a través de las inundaciones que ha provocado la fuerte ola invernal en varias regiones de Colombia. Es cierto que la naturaleza no se puede controlar del todo, pero es sabido que se podía prevenir esta situación calamitosa con un mayor grado de planificación. Es más, está comprobado que algunas de las entidades estatales (Corporaciones Autónomas Regionales) que se dedican al manejo ambiental, verbigracia, la Corporación Autónoma Regional del Río Grande de la Magdalena – Cormagdalena, estuvieron involucradas en actos de corrupción.

Un Estado incapaz de evitar este tipo de calamidades, nos hace pensar con mayor razón en lo poco que hemos avanzado con respecto a otros países del orbe. Si un Estado no está preparado para proteger los bienes personales de sus gobernados ni el patrimonio cultural de la nación (véase lo que ha quedado del muelle de Puerto Colombia), lo más probable es que aparezca en los últimos lugares de cualquier lista que evalúe a las naciones con mayor y menor grado de desarrollo. En esa lista, no sería extraño que algunos países atrasados del continente africano o de Asia Central obtuvieran, junto a Colombia, los peores resultados.

Con estas reflexiones intento abrir un debate que nos conduzca al conocimiento más real de nuestra sociedad colombiana en todos los niveles, para crear el despertar de la conciencia en la mayoría, y prepararnos para lo que viene en los próximos años. O, ¿será que es mejor no hacer este tipo de análisis para no herir susceptibilidades en la patria? ¿Apátrida? ¿Apareceremos en los últimos lugares de la lista? Es mejor prescindir de chovinismos necios.

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