El Estado en tiempos del coronavirus
El confinamiento, al que ha
estado sometida la población mundial, en medio de la crisis sanitaria del
covid-19, hizo reflexionar a los filósofos actuales sobre el poder del Estado
en épocas de emergencia. Aplicando el aserto anterior, aproveché todo este tiempo
de encerramiento para hacer algunas lecturas que estaban en el tintero, que
tuvieran que ver con la temática del poder y el Estado. Me he lanzado a la
lectura de algunos capítulos del libro de Thomas Hobbes titulado “Leviatán” y
he encontrado que la visión de Hobbes sobre el Estado, al que la sociedad tenía
que temer para lograr la paz, la están aplicando, con toda firmeza, la mayoría
de los Estados actualmente. Me refiero al uso del monopolio de la fuerza y de
todos los mecanismos represores. Dicho lo anterior, se me ocurre hacer una
relación de la lectura de Hobbes con la situación actual que vivimos.
En este punto, sería bueno
hacer una observación justa y necesaria. Se dice que Hobbes tenía predilección
por la forma de gobierno llamada monarquía absoluta, la cual acapara el poder.
Sí, pero hay que tener en mente el contexto en el cual Hobbes vivió. Nació y
creció bajo una fuerte tradición monárquica; le tocó vivir una guerra europea
que duró treinta años y, además, las guerras civiles inglesas entre
parlamentarios y realistas, las cuáles crearon, por supuesto, el caos y la
desestabilización del territorio inglés. Si Hobbes pensó, en ese momento, que
el hombre era un lobo para el hombre (guerra de todos contra todos), pues no
era para menos. Por tal motivo, se dispuso a escribir su libro, pues la
escalada bélica no parecía tener fin, y, en ese sentido, su visión de la
política era crear un Estado intermediario que, a juicio de él, era la
monarquía. “… Quienes son súbditos de un monarca no pueden sin su aquiescencia
renunciar a la monarquía y retornar a la confusión de una multitud disgregada”
[…] (Hobbes, 2005, p. 142).
Thomas Hobbes hablaba del establecimiento de
un Estado fuerte capaz de ser temido, constituido con el único fin de traer la
paz y el sosiego, que traería la calma a través de un contrato. “De este modo
he determinado la naturaleza del hombre […] y, a la vez, el gran poder de su gobernante,
a quien he comparado con el Leviatán […] Está hecho para no sentir el miedo”
(Hobbes, 2005, p. 262). Pero ¿para qué crear un Estado? Según Hobbes, todos los
hombres, en estado de naturaleza, tienen la misma capacidad para alcanzar los
objetivos deseados y disfrutarlos, y nada garantiza que lo que se obtiene sea
propio por derecho. No hay tal, cualquiera puede desposeer a otro sin usar otra
cosa que la fuerza. “… Si alguien planta, siembra, construye o posee un lugar
conveniente, cabe probablemente esperar que vengan otros […] para desposeerle y
privarle, no sólo del fruto de su trabajo, sino también de su vida o de su
libertad” […] (Hobbes, 2005, p. 101). Como consecuencia, en un estado de
naturaleza, donde todos viven atemorizados y desconfiados unos de otros, la
guerra será el denominador común. “… Durante el tiempo en que los hombres viven
sin un poder común que los atemorice a todos, se hallan en la condición o
estado que se denomina guerra. Una guerra tal que es la de todos contra todos”
[…] (Hobbes, 2005, p. 102). En una situación así, la ley y la justicia brillan
por su ausencia, porque no ha surgido ningún pacto social, el cual sólo aparece
cuando se establece una sociedad. “… Son, aquellas [leyes y justicia],
cualidades que se refieren al hombre en sociedad, no en estado solitario. Es
natural también que en dicha condición no existan propiedad ni dominio, ni
distinción entre tuyo y mío” […] (Hobbes, 2005, p. 104). Para poder acabar con
ese estado de guerra, Hobbes nos señala tres aspectos necesarios para alcanzar
ese fin:
1)
Ley
de naturaleza, que es la obligación que tiene todo hombre de hacer la paz;
“De
esta ley fundamental de naturaleza, mediante la cual se ordena a los hombres
que tiendan hacia la paz” […] (Hobbes, 2005, p. 107).
2) Renunciar al derecho natural. Que uno […]
acceda a renunciar este derecho a todas las cosas” […] (Hobbes, 2005, p. 107).
3) Cumplimiento de lo pactado. “La mutua transferencia
de derechos es lo que los hombres llaman contrato” (Hobbes, 2005, p. 109).
Indudablemente, la
incertidumbre global que ha desestabilizado no sólo el mercado mundial, sino la
tranquilidad y la paz de los seres humanos, ha devenido en el temor por la
amenaza creciente de la inseguridad que provoca la pandemia. Ateniéndonos a
eso, es como si, presintiendo que el caos, la anarquía, la amenaza del otro (la
guerra de todos contra todos), etc., la sociedad civil estuviera pidiendo a
gritos la intervención de un Estado redentor todopoderoso que sea capaz de
traer paz y seguridad, pero con la posibilidad de que ese mismo Estado use el
monopolio de la fuerza para ejercer la represión contra la ciudadanía, en medio
de una situación que está alcanzando cotas de desesperación e intolerancia
bastante altas que, incluso, se manifiestan en actos de violencia.
La evidencia de un Estado
opresor, que puede en cualquier momento ejercer la fuerza desmedida, se pudo
observar en Colombia. Es verdad que las instituciones estatales se constituyen
para establecer el orden y la seguridad. Empero, el uso del monopolio de la
fuerza ha sido excesivo, pues la actuación de una institución estatal, la
policía, fue violenta. En el caso del asesinato del abogado Ordoñez, el exceso
de la fuerza estatal fue evidente, ya que la brutalidad de dos policías ejerció
toda la fuerza del Estado en un solo hombre. Relacionando lo anterior con el
pensamiento político de Hobbes, la sociedad civil, en un pacto, como dice
Hobbes, cede el monopolio de la fuerza y la violencia (derechos de naturaleza),
de todos y cada uno, al Estado para que los use, de la mejor manera, en
representación de los hombres. “De esta institución de un Estado derivan todos
los derechos y facultades de aquel o de aquellos a quienes se confiere el poder
soberano por el consentimiento del pueblo reunido” (Hobbes, 2005, p. 142).
En consonancia con lo anterior
y como conclusión, a raíz de la aparición de la pandemia del coronavirus en el
mundo, que ha traído nefastas consecuencias para el sector económico mundial,
el Estado ha adquirido una enorme relevancia, a tal punto que algunos sectores “progresistas”
reclaman su intervención salvadora, que alivie las dificultades económicas
producidas por el virus. Sin embargo, toda vez que el Estado, en estos tiempos
tan difíciles, se ha convertido en una pieza fundamental para la protección de
los ciudadanos, digamos, asistiendo a la ciudadanía con cuotas económicas que
alivien sus dificultades pecuniarias, convirtiéndose en una especie de Estado
paternalista y protector, no es menos cierto que el Estado hobbesiano ha
aparecido con su forma particular de ejercer el control sobre la sociedad
civil, obligándonos al confinamiento por periodos largos que, si bien es para
la salvaguarda de nuestra salud, nos hace pensar, además, en el poder tan
grande que tiene ese Leviatán. “… El despliegue del leviatán hobbesiano que
observamos hoy resulta en verdad inédito […] Y este tipo de medidas que, no
cabe duda, se llevan a cabo […] buscando la protección y el bienestar […]
habrían de constituir motivo de preocupación” […] (Soto, 2020, p. 59).
Referencias
Hobbes, Thomas (2005). Leviatán o la materia, forma y
poder de una república eclesiástica y civil. Argentina. Fondo de Cultura
Económica.
Soto, Juan Ángel (2020). El despertar del leviatán en
un mundo distópico. Pandemonium. ¿De la pandemia al control total? 1ra.
Edición: mayo de 2020. Editores: Carlos Beltramo, PhD y Carlos Polo.
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