Colombia: ¿Sociedad feliz y equitativa?

Haciendo una lectura de los diálogos de platón, más exactamente del diálogo IV, donde Sócrates, Adimanto y Glaucón sostienen una discusión sobre cuál sería, a juicio de ellos, el estado feliz que pudiera establecer la justicia para la mayoría en una sociedad y, más adelante, del diálogo VII (Sócrates y Glaucón) sobre el mito de la caverna, no pude evitar sustraerme del acontecer político y social de nuestro país. Ya en los primeros párrafos del diálogo IV se nos dice algo que es imposible no relacionar con la sociedad colombiana: el estado no se funda para que unos pocos sean felices sino para que lo sea la mayoría (Platón, 1988, p. 202).

En esa lectura podemos apreciar la referencia a un modelo de estado que supondría la felicidad de la gran mayoría, dependiendo de unas cualidades que posean aquellos encargados del ejercicio y la administración de los hilos del estado. La educación en esta discusión es determinante para adquirir esas cualidades y llevar a cabo el fin último tras el cual los estados deben ir: el logro de la justicia. También nos hablan de la importancia de la estabilidad constitucional al decirnos que los verdaderos estadistas no cambian la constitución a su antojo ni la veces que deseen (Platón, 1988, p. 212).

Al extrapolar esa forma de concebir la organización de un estado en el contexto colombiano, teniendo como base fundamental la justicia, inferimos inmediatamente que la gran mayoría no goza de los bienes y servicios que por obligación el estado debe proveerles, por ejemplo, la educación a que todo ciudadano tiene derecho para empoderarse y, de esta manera, tener la capacidad de criticar con fundamentos sólidos las gestiones gubernamentales y administrativas de los gobernantes, adquirir conocimientos de normas de convivencia sana y tolerancia por el criterio u opinión de los demás, etc. El empoderamiento en función de la educación de los ciudadanos, en una sociedad justa y equitativa, es condición necesaria para que haya un contrapeso de saberes (el contrapeso no solo es político y económico) para evitar que la gran mayoría viva enceguecida por las ilusiones y engaños que solo la ignorancia hace posible. Traigo a colación lo inmediatamente anterior teniendo en mente el mito de la caverna donde se dice: “examina ahora el caso de una liberación de sus cadenas y de una curación de su ignorancia, ¿qué piensas que respondería si se le dijese que lo que había visto antes eran fruslerías y que ahora, en cambio, está más próximo a lo real, vuelto hacia cosas más reales y que mira correctamente?” (Platón, 1988, p. 339, 340).

El tema de la inequidad social en Colombia se observa también en la desproporción salarial de los congresistas con respecto a la gran mayoría. Los senadores ganan un equivalente a 33 salarios mínimos mensuales aproximadamente mientras la mayoría en Colombia gana un Salario mínimo mensual de $980,657, incluido el subsidio de transporte. Evidentemente no hay una justa proporción.

Si revisamos la estabilidad constitucional encontramos que la constitución colombiana desde que entró en vigencia, hace 29 años, ha sido modificada más de cincuenta veces, evidenciando la marcada inestabilidad constitucional, “creyendo que pueden poner fin a todos los males mediante códigos, pero lo único que consiguen es cortarle la cabeza a la hidra” (Platón, 1988, p. 212) y comparándola con la constitución de los Estados Unidos, la cual tiene 233 años de vigencia, no deja de ser sorprendente que en tanto tiempo de haber salido a la luz aquella constitución estadounidense sólo se le hayan hecho 27 enmiendas (¡la última en 1992!).

A mi juicio, teniendo en mente lo que significa la organización de un estado equitativo, inclusivo y justo, la sociedad colombiana es infeliz; la clase dominante abarca todos los recursos, modifica la constitución cada vez que lo consideran conveniente, estableciendo leyes de la república (leyes buenas, otras no tanto, muchas leyes malas) que perjudican el bienestar social y económico de la mayoría de la sociedad colombiana y benefician al mismo círculo enquistado desde hace tiempo en las estructuras de poder.  No es un país feliz porque no tiene estabilidad política debido a que no ha sido posible un acuerdo nacional para la consecución de la paz. El acuerdo de paz que se formalizó en Cartagena no fue un acuerdo pleno, se hizo a medias tintas, algunos sectores quedaron inconformes con lo que se firmó allí (sectores de lo que llaman la derecha), la Colombia profunda quedó separada de ese acuerdo, tan es así que últimamente se han presentado unos hechos de violencia (masacres) en la Colombia olvidada por el estado, los cuales son inadmisibles y reprochables en cualquier sociedad que se declare protectora de los derechos humanos, especialmente el derecho a la vida, sobre todo la vida de los más jóvenes quienes son la esperanza de este país. Ellos son los encargados de prepararse para deslegitimar la violencia que ha golpeado este país por tantos años.

Con lo dicho anteriormente se puede afirmar sin duda alguna que nuestros gobernantes no han tenido las cualidades necesarias (sabiduría, prudencia, moderación) para alcanzar un fin tan noble como es el de la justicia social, objetivo que todo estado social de derecho debe perseguir en aras de ofrecer el bienestar general a los ciudadanos para empoderarlos y así construir una sociedad más tolerante, equitativa, humana, una sociedad inclusiva que sea capaz de pensar y construir país, una que tenga acceso a las mismas oportunidades que los pocos tuvieron (élite) y de esta manera se forme el círculo virtuoso que permita que las nuevas generaciones en un mundo globalizado en medio de lo que se llama la sociedad del conocimiento tenga las herramientas requeridas para poder enfrentarse a las complejidades que el mundo de hoy representa.


Bibliografía

Platón (1988). Diálogos IV República. España. Editorial Gredos.

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